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Una mujer con cara de desconfianza

La desconfianza es un tema del que directa o indirectamente todos hablan y en el que desde niños empezamos a gestar como parte inherente de nuestro ser. ¿Quién no ha escuchado el famoso refrán "mejor malo conocido que bueno por conocer"?. Para quienes no lo han hecho, es comúnmente usado para acentuar el hecho de que siempre es mejor alguien conocido, aunque imperfecto, que alguien nuevo del que se espera lo mejor. ¿Por qué? Porque no se espera que sea de ese modo....

Con el transcurso del tiempo este miedo al fracaso y la vulnerabilidad ante lo desconocido perpetúan culturas enteras, haciendo a las personas más desconfiadas y menos optimistas. Pero.. ¿cuál es el costo real de la desconfianza?, ¿podría equiparar o solventar esta especie de póliza de seguro contra el desencanto?. Su costo no es solo personal, también lo vemos a nivel social:

  • Nos quita libertad de decidir abiertamente, explorar y descubrir nuevas cosas
  • Perdemos autonomía pues nos convertimos esclavos del miedo
  • En nuestras organizaciones si no confiamos en nuestro equipo de trabajo creamos un ambiente tenso donde la diversidad de ideas y opiniones se obstaculiza, creando autoritarismo
  • Perdemos la posibilidad de crear lazos, conexiones y un trabajo en equipo

También perdemos oportunidades. Según un reciente estudio del BID la desconfianza hace que los emprendedores no hagan uso de sus derechos y de la protección que muchas instituciones gubernamentales les ofrecen, prefiriendo mantener en secreto sus ideas y productos y corriendo el riesgo que al no patentarlos puedan ser usadas por otras empresas o personas.

Y lo que pocos podríamos imaginar, la desconfianza también podría ser perjudicial para la salud, de acuerdo a un estudio publicado por la revista Neurology, el pensar repetidamente que todo el mundo actúa de manera egoísta podría hacernos más propensos a la demencia.

Pero... ¿Cómo saber cuando podemos confiar? 

Lograr confiar en alguien o en un sistema no es una tarea sencilla, y aunque la confianza no se trata de ponernos una venda en los ojos y confiar a ciegas, sí es importante aprender a discernir entre los momentos en los que debemos ofrecer nuestra confianza y los que es mejor esperar. Para ello, podemos empezar con pequeños gestos, que no representen peligro y que con el tiempo y con las circunstancias nos hagan incrementar o disminuir el grado de confianza. Recuerda que la confianza se gana con el tiempo y es así como debes empezar a encaminar tu proyecto, poco a poco y con la ayuda de personas que como tú, se comprometan desde el principio.

Ten presente que las organizaciones transparentes dan amplia información sobre la labor que realizan, de dónde salen sus fondos, su forma de trabajo y están siempre dispuestos a responder preguntas. Sé una de ellas y acércate a aquellas que sean igual de transparentes, te ayudará a entender que no todo el mundo es indigno de confianza, y juzgar a primera vista a alguien por el miedo a confiar, podría ser más perjudicial de lo que pensamos.

Sabemos que confiar no es fácil, pero ¿será mucho más lo que perdemos que lo que ganamos al desconfiar? Comparte con nosotros en los comentarios tu punto de vista.

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Adriana Cárdenas

Desde mi trabajo como voluntaria ayudo a personas que no tienen acceso al sistema de salud en Nueva York traduciendo de inglés a español y vice versa eventos de salud gratuitos y gestionando actividades de divulgación. A su vez, coordino los medios sociales de la organización a la que sirvo.