Por qué no siempre tienes que ser el mejor
Vivimos en un mundo en donde se nos exige ser los mejores, los más rápidos, los más listos, los más eficientes y sin embargo, todavía no parece ser suficiente. ¿Es necesario ser siempre el mejor en todo?, ¿qué pasa si la clave está en esforzarnos por ser diferentes o simplemente por ser nosotros mismos?
Si haces una búsqueda en Google sobre ‘cómo ser el mejor‘, puedes perderte en las opciones infinitas que te ofrece el buscador, entre artículos, videos, tutoriales… La idea siempre es la misma, debes ser el mejor en todo. ¿Qué tan cierto hay en todo eso? Si bien es importante superarse y crecer como personas, también es cierto que no siempre tenemos la obligación de ser el mejor, sobre todo en todo. Se vale no serlo, porque no todos somos iguales, y es en la diferencia que encontramos nuestra mayor riqueza.
“Se ríen de mí porque soy diferente. Yo me río de ellos porque son todos iguales” – Kurt Cobain.
Cuando se busca sobrepasar a otros por el afán de ser el mejor, por lógica deben existir perdedores y una sociedad dividida entre ganadores y perdedores (especialmente cuando a estos últimos se les quita todo el mérito), es una sociedad competitiva y con escasas oportunidades de aceptar la diferencia.
Muchos terminamos pensando que ser mejor en lo que queremos no es suficiente y terminamos incluso esforzándonos por ser los mejores en aquello que no nos interesa, viviendo para otros y no para nosotros mismos. Leyendo varios artículos en la red sobre qué pasa cuando nos exigimos más de lo que debemos y buscamos desesperadamente ser mejor que el otro, encontramos que…
- Terminamos haciendo más de lo mismo, porque siempre tenemos como referencia al que se dice es el ‘líder‘, el mejor, el más eficiente… Si alguna vez se te ha impuesto un prototipo en particular sabes de lo que estoy hablando.
- Cuando intentamos estar aquí y allá y hacerlo todo a la perfección terminamos ocupándonos de muchas cosas al tiempo que por lo general terminan a medias.
- Empezamos a ver a los demás como competencia y no como un apoyo.
- Los errores y los fracasos tendemos a verlos negativamente y no como oportunidades de crecimiento.
- Le tenemos miedo al cambio porque significa salir de nuestra zona de confort, lo desconocido, y es cuando empezamos a ser más reacios a las opiniones de otros.
- Nuestro ego aumenta y con ello disminuye nuestra confianza en otras personas y en sus capacidades, prefiriendo así hacer las cosas nosotros mismos y no delegárselas a otros.
- Se nos dificulta pasar a la acción, terminamos pensando mucho y haciendo poco, todo por esperar que todo salga perfecto y que nuestra imagen no se vea perjudicada… al final lo único que conseguimos es que el tiempo siga corriendo…
- Tendemos a perder nuestra personalidad, se es de todo un poco pero no quienes en realidad somos, lo que nos apasiona y nos hace felices.
El concepto ‘ser mejor en todo‘, esta sesgado si vemos que simplemente por el hecho de ser seres humanos ni somos ni podemos ser perfectos. De hecho, Howard Gardner sugirió que no existe solo un tipo de inteligencia, sino 8 y no todos poseemos todas ellas (linguística, musical, lógica matemática, espacial, corporal, interpersonal y naturalista). Entonces, no se trata de ser mejor en todo sino en aquello en lo que te apasiona y ser la mejor versión posible, pero de ti mismo.
Vivir en un mundo con constantes exigencias no es una tarea fácil, pero somos nosotros los que al final, decidimos qué vida queremos vivir; una vida para encajar en un grupo o una vida que encaje con nuestros ideales y sueños.
“Abre tus ojos, mira dentro. ¿Estás satisfecho con la vida que estás viviendo?” – Bob Marley
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Desde mi trabajo como voluntaria ayudo a personas que no tienen acceso al sistema de salud en Nueva York traduciendo de inglés a español y vice versa eventos de salud gratuitos y gestionando actividades de divulgación. A su vez, coordino los medios sociales de la organización a la que sirvo.