¿Qué pasaría si elegimos no ir por la revancha?
A menudo hemos hablado de la capacidad de cambiar el destino de las personas si nos preguntamos qué sería posible, si cuestionamos y actuamos al margen de la realidad establecida. La historia de Carlos Cruz y Giovanni Xochipa es un claro ejemplo de como no elegimos dónde nacemos, pero sí que a menudo somos dueños de las decisiones que tomamos y a veces, una decisión acertada, puede cambiar por completo el curso de nuestra vida y de los que nos rodean.
Pasar de recibir a ser generadores de violencia hasta que un día...
Qué muchos niños y jóvenes crecen en entornos familiares violentos, no es desafortunadamente nada nuevo. Pasan de recibir, a ser generadores de violencia en entornos adversos donde más allá de la familia, la calle a menudo les empuja a defenderse. Desde pequeños, Carlos y Giovanni crecieron en estos entornos en la Ciudad de México. Formaban parte de bandas callejeras cuyo contexto violento permeaba también el entorno educativo. Lo permeaba todo, involucrando antes o después a los chicos en delitos de toda condición.
El asesinato de uno de los jóvenes integrantes de la banda a la que pertenecían, fue el catalizador de una respuesta inesperada. Lo que normalmente se tornaría en un 'ojo por ojo', esta vez fue el inicio de una reflexión profunda. ¿Qué sería posible si se reaccionaba de forma contraria a lo que era 'normal'? ¿Qué pasaría si la elección aquella vez no fuera ir por la revancha? Erika Llanos, actual Directora General de Cauce Ciudadano, nos cuenta como ese momento fue clave para que "comenzasen a plantearse cómo utilizar el potencial que ya tenían como jóvenes organizados, pero ya no para generar violencia, sino para construir una alternativa que pudiese crear un entorno más tranquilo"
El resultado de esa visión fue Cauce Ciudadano, una organización que inician Carlos y Giovani hace ya 15 años y cuya misión consiste en la formación de jóvenes como agentes de cambio social. Lo hacen a través de procesos de formación, servicios de capacitación y generación de oportunidades económicas, implementadas por una comunidad de facilitadores juveniles con un alto sentido de ética y compromiso social.
Erika es la primera persona que se une a la organización sin venir de una de estas bandas. "Yo y una serie de personas más aportamos una forma de trabajo, un modelo y unas herramientas que te da la vida académica, que sumados a la vida y al trabajo de la calle, te dan una perspectiva que te permite construir un modelo para el trabajo con jóvenes en barrios, escuelas, con funcionarios públicos..."
De esa relación, surgen por un lado en estos 15 años una serie de programas a través de los cuales se ha trabajado con más de 3.000 chicos en procesos de atención directa, "no solo en dar pláticas, - nos comenta Erika - sino en generar procesos de transformación en el cambio de ideas y actitudes. Se hace desde el centro donde trabajamos, pero también en las escuelas, incluso en las cárceles. Para los chicos es un trabajo largo y complejo que no siempre da los resultados esperados, aunque sí que en un 70-80%, los procesos resultan en una transformación, en la creación de un proyecto de vida. La idea es poder transformar a los jóvenes y que ellos mismos se conviertan después en agentes de cambio. Primero de su propia persona, pero luego de su familia, de su escuela, su comunidad..."
Aprendizajes
En estos procesos y durante todos estos años, dos han sido las enseñanzas que han marcado la andadura de la organización:
1. El trabajo de los binomios, como nos cuenta Erika, "consiste en entender y poder mirar cómo puedes construir con personas con las que no tienes relación y de las que nos han enseñado socialmente a distanciarnos. Ese es un gran aprendizaje y de ahí, cómo lo transformamos en una cotideaneidad y en un modelo de trabajo".
2. Un trabajo muy cercano y humano. Se trata de "no solo ver el trabajo como metas, productos y objetivos, sino ver la parte de desarrollar a las personas y donde no solo desarrollas a tus destinatarios, sino que te desarrollas a ti mismo".
Un trabajo bello el de Cauce. Transformar personas para que ellas contribuyan a hacer lo propio con aquellos que tienen a su alrededor. Una labor que desarrollan entre 40 y 150 personas según el año y los proyectos y donde la mayoría son personas que cuentan con una remuneración. Aproximadamente un 60%, son de hecho personas que en un primer momento fueron beneficiarias de las acciones. Se involucraron hasta el punto que se volvieron multiplicadores.
Una buena historia que demuestra que aunque el contexto sí importa, el preguntarse qué sería posible más allá de lo que nos rodea, puede ser extremadamente poderoso. Como sucedió en este caso, esta pregunta no solo cambió las vidas de los fundadores de esta organización, sino que lo sigue haciendo cada día con las vidas de otros después de 15 años de andadura. ¡Felicitaciones!
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